Hoy ha sido uno de esos días en las que me hubiera gustado que donde acaba Barcelona hubiera un acantilado. Lo hubiera subido con rabia y enfado y una vez en el filo hubiera cogido aire y con todas mis fuerzas hubiera gritado: Me cago en el mundooooooooooooooooooooo! (menos en mi familia más cercana, en mis amig@s y en l@s lector@s de este blog claro).
Sé que si esta ensoñación fuera real poco hubieran cambiado las circunstancias de mi agobio pero al menos me desfogaría que nos es poco. Y es que a veces, aunque nada se arregle por ello, todos tenemos derecho a patalear por las injusticias de la vida y sacar por algún lado la impotencia que nos invade. Ésa es una de las cosas que más hecho de menos de ser niñ@, cuando podías tener una berrinche y llorar durante rato sin tener que dar explicación alguna del porqué. Pero ya sabréis por mi primer post que he llegado a los 30 así que de momento, como vía de escape, seguiré apretando mi bolita antistress que curiosamente tiene forma de mundo...
tranqui mariposa cuando veas un acantilado solo utiliza tus alas y superarás cualquier obstáculo,
ResponderEliminartu puedes con todoooooooo!!!!!!!
atlanta