Yo nunca había trabajado en una oficina hasta hace 3 años.
El mundo de la oficina da mucho de sí y si lo ves como un hábitat hostil como me pasa a mí o no acabas de encajar como también me ocurre, pues más de sí da todavía.
Al principio de trabajar en una oficina, fueron 2 cosas las que me llamaron mucho la atención. La primera: que se enviaran mails para todo. Aunque tuvieras a tu compañer@ a menos de un metro, había que dejar constancia electrónica de cualquier tipo de memez (toner comprado, piscolabis en la mesa de al lado, nos reunimos a las 10, mejor nos reunimos a las 12...). "Por si acaso" decían mis compañeras veteranas, "todo tiene que quedar por escrito". Yo siempre pensé, ¿por si acaso qué?, ¿por si acaso tengo un ataque de amnesia?, ¿por si acaso hay una ataque nuclear y se nos funde a todos el cerebro? En fin, siempre me pareció una chorrada hasta que me metí de lleno en el mundo de la oficina, el cual puede ser como un reencuentro de ex-compañer@s de colegio: muy duro. Y ya sabéis: donde dije dijo digo diego...y llegan los problemas. Al final yo también envío mails hasta para comentar que voy al baño...y sin vergüenza confieso que formo parte de "Oficinistas Anónimos": HOLA, SOY MARIPOSA GUERRERA Y YO TAMBIÉN HE CAÍDO EN LA SECTA DEL MAIL ABSURDO DE OFICINA.
La otra cosa que me llamó sobremanera la atención, y a la cual también he sucumbido, son los puntos suspensivos. En el mundo del mail de oficina, si quieres contestar diplomáticamente sin mojarte has de poner puntos suspensivos. Veamos los ejemplos prácticos:
Mail 1: ¿Puedo cogerme el próximo lunes de fiesta?
Respuesta al mail 1: Veremos...
Mail 2: ¿Se va a confirmar el pedido de ositos de peluche?
Respuesta la mail 2: Probablemente...
Y así todo el rato...
Si es que la oficina puede ser una jungla...
llena de peligros...